Dos pequeñas historias para celebrar el día del investigador científico

En Argentina hoy se conmemora el día del investigador científico. La fecha no es azarosa, sino que recuerda el nacimiento del doctor Bernardo Alberto Houssay, un 10 de Abril de 1887. El doctor Houssay fue, entre muchas otras cosas, premio Nobel de medicina en 1947 y fundador del CONICET en 1958. Además, dejó como legado a un gran número de investigadores de renombre, entre los que se encontraba Luis Federico Leloir, premio Nobel de química en 1970. A modo de homenaje a estos hombres, y a todos los que se han desempeñado (formal e informalmente) y/o se desempeñan en el mundillo científico, quiero resumir muy brevemente dos historias de ciencia nacional.

Hablando de investigación, así lucía, para la foto, mi mesa de trabajo en las instancias finales de la tesis. Minutos más tarde, esto mismo era un caos, como sucede en el 101% de los casos.


Luis Agote y la transfusión de sangre citratada (reproducción de la página 153 del libro "Una gloria silenciosa", de Miguel de Asúa).

El 9 de noviembre de 1914, en una cama del Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson de Buenos Aires, Luis Agote (1868-1954), fundador del Instituto, efectuó una transfusión de sangre citratada (anticoagulada con citrato de sodio), en lo que fue uno de tantos casos de descubrimiento simultáneo. El espectacular suceso fue anunciado en la prensa de Buenos Aires y en el New York Herald del 15 de noviembre de 1914.

La noticia de los resultados de la transfusión de sangre realizada por Luis Agote apareció publicada no solo en el país, sino también en diarios como el New York Herald, en su edición del domingo 15 de noviembre de 1914. Fuente: Fulton History.

En marzo de 1914, el belga Alfred Hustin había efectuado una transfusión análoga, usando citrato al 0,2% (el ensayo fue publicado en el Index Medicus de octubre de ese año), Los estadounidenses Richard Weil e, independientemente, Richard Lewinsohn (Mount Sinai Hospital), también habían desarrollado una técnica análoga. Los resultados de Lewinsohn fueron publicados en 1915, pero sobre casos previos. Estaban dadas todas las condiciones para que se diese un conflicto de prioridad, cosa que en efecto ocurrió, en una época en que los hallazgos científicos y médicos estaban muy unidos al prestigio nacional. Desde el punto de vista de la historia de la ciencia en la Argentina, lo significativo no es la prioridad sino que un médico del país hubiese efectuado el descubrimiento de esta técnica, que salvó tantas vidas en la Primera Guerra Mundial (poco tiempo después se descubrió la posibilidad de enfriar la sangre para su conservación).

El perfil de Agote es, como el de muchos médicos de la época, multifacético. Fue elegido diputado nacional en dos oportunidades y fue diputado y senador de la Provincia de Buenos Aires. Agote propulsó la creación de la Universidad Nacional del Litoral, que se destacaría por su carrera de ingeniería química, y la del Patronato Nacional de Menores Abandonados y Delincuentes. Previamente había sido secretario del Departamento Nacional de Higiene.

Fotografía de la primera transfusión de sangre indirecta exitosa, utilizando citrato neutro de sodio en la dosis justa (25%), realizada por el Dr. Luís Agote (a la izquierda, con un gorro), el lunes 9 de noviembre de 1914. Fuente: Hemofilatelia.


Los veinte radioisótopos descubiertos en la Argentina.

En el mismo libro de donde extraje la historia anterior (Una gloria silenciosa), aparece una mención a las investigaciones llevadas a cabo en la Argentina, en la década del '50, que llevaron al descubrimiento de 20 radioisótopos de diferentes elementos. Para dejar en claro el concepto, conviene recordar que un isótopo es un elemento que tiene igual número de protones pero diferente de neutrones. Por ejemplo, el isótopo más común del hidrógeno, llamado protio, tiene un protón, mientras que los isótopos conocidos como deuterio y tritio, tienen un protón y uno o dos neutrones, respectivamente. Un caso especial de isótopos son los radioactivos, o radiosótopos, los cuales experimentan un decaimiento natural mediante la emisión de radiación alfa, beta, gamma, o neutrones.

De izquierda a derecha: protio, el más común de los isótopos de hidrógeno, deuterio, y tritio [Fuente: Wikipedia].


En septiembre de 1951 la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) contrató al Dr. Walter Seelmann-Eggebert (un discípulo de Otto Hahn, premio Nobel por el descubrimiento de la fisión nuclear), quien en poco tiempo, y apoyado por la institución, logró formar un grupo de trabajo que se conoció en el ambiente como el "Grupo de Buenos Aires". Para 1953 eran una decena de químicos y estudiantes de química, y contaban con un acelerador Crockoft-Walton en cascada de 1,2MV para la producción de neutrones. La posterior adquisición y puesta en marcha de un sincrociclotrón en septiembre de 1954 llevó el alcance de las experimentaciones hasta partículas alfa de 58 MeV, lo cual convertía al grupo en uno de los poco aptos para la búsqueda de nuevos isótopos. Así fue como, en agosto de 1955, cuando se realiza en Ginebra la Primera Conferencia sobre la Utilización de la Energía Atómica con Fines Pacíficos, la Argentina comunicó el descubrimiento de una decena de radioisótopos. El hecho causó sorpresa, y desconfianza, ya que todavía estaba fresca la memoria de los trabajos de Ronald Richter en la isla Huemul, y en el exterior se asociaba la investigación nuclear en Argentina con cosas turbias. Sin embargo, el renombre de Seelmann-Eggebert, y la calidad de los trabajos presentados disiparon todas la dudas. Tiempo más tarde, las mediciones realizadas por otros grupos independientes del mundo confirmaron los descubrimientos argentinos.

Acelerador Crockoft-Walton en cascada de 1,2MV en las instalaciones de la CNEA [Fuente: CNEA]

Tabla con los 20 radioisótopos (1º columna) descubiertos en la Argentina en la década de 1950 [Fuente: CNEA]. Es interesante resaltar que el tiempo de decaimiento medido en los años '50 (2º columna) respecto del valor aceptado hoy en día (3º columna) es muy exacto, con margenes de error muy reducidos, lo cual habla de la buena calidad de medición del trabajo.

Uno de los trabajos presentados por el equipo argentino en la "International Conference on the Peaceful Uses of Atomic Energy" de Ginebra (1955). Una vez más, este tipo de trabajos pueden accederse desde Archive.org. También, para le que le interese, hay un reporte de la delegación estadounidense en la que se mencionan los aportes de la misión argentina.


A modo de resumen, elegí estas dos historias que forman parte de la Historia, en mayúsculas, porque me parecieron poco conocidas para el público general, pero muy relevantes desde el punto de vista científico. En un caso, un aporte pionero, y fundamental, a las ciencias médicas (¿se imaginan la medicina actual sin transfusiones?). El otro, un trabajo de primera línea, en uno de los pocos campos donde la Argentina ha mantenido una política de Estado bastante firme y coherente. Faltan numerosos campos y testimonios adicionales, pero creo que estos dos ilustran de manera bastante fiel el panorama en muchas oras disciplinas científicas.

Ahora sí, estimado y paciente lector, es tiempo de ir a descansar. Una vez más te agradezco haber llegado hasta acá, y espero verte de vuelta por el blog en la próxima entrada. Hasta la próxima.

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