Quince años podrían ser nada

(Un ensayo acerca del tiempo y de mis sentimientos)

Había una canción, o una película, a esta altura no le tengo muy claro, que decía “veinte años no es nada”. Podría decir que la recuerdo con tan poca claridad que no estoy seguro de si son veinte años o solo diez, por lo que me voy a quedar con un número intermedio: quince. En fin, a los efectos de lo que quiero plantear da lo mismo, es un brevísimo ensayo improvisado sobre el tiempo, sobre como se nos escurre de los dedos, sobre como la vida pasa con cierta desidia a su lado.

Quince años pueden ser mucho o poco, todo depende del cristal con que se mire. Para países milenarios, como China o Egipto, quince años son apenas una página más de la historia, un susurro en medio de un estadio repleto de personas coreando al ritmo de un recital. Para estados más jóvenes, como Timor Oriental o Montenegro, representa casi todo el tiempo de su existencia.

Quince años pueden ser una eternidad o un parpadeo cósmico, todo depende del lugar en que nos toque vivir. Quince años de hambre, miseria y guerras de quienes viven en esos lugares del mundo donde la cordura ha desaparecido con la misma velocidad que un vaso de agua en el desierto del Sahara, equivalen a quince mil años de insulsas y extremadamente cómodas vidas de aquellos que demoran sus horas en torres de cristal y realidades de shopping. Quince años pasan como un vendaval para los que nunca han tenido una carencia en su vida y han podido dedicarse a satisfacer cuanto capricho han tenido.

Quince años pueden ser agradables o tormentosos, todo depende de con quien pasemos ese tiempo. Quince años de vida en pareja, con familia y amigos son mucho más agradables que quince años de soledad y distancia. Quince años de soledad bien entendida y cercanía selectiva son mucho menos tormentosos que quince años de parejas deshechas, de incesantes peleas familiares, o de amigos que no lo son.

Quince años pueden ser apasionantes o extremadamente aburridos, dependiendo de lo que hayamos decidido hacer en ese tiempo. Quince años son apasionantes si son dedicados a la vocación personal, al deporte favorito, a las actividades que te recuerdan lo hermoso de la vida. Quince años se convierten en una aburrida carga para aquellos que no ha podido seguir su vocación, que no han podido encontrar una actividad que les enseñase a amar a esta vida.

Quince años pueden ser quince o treinta, según como la salud acompañe nuestro paso por este mundo. Quince años de buena salud sin contratiempos se sienten como quince años, mientras que quince años de una grave enfermedad se sienten como treinta (y el cuerpo acusa el paso de treinta, no de quince).

Quince años son quince años cuando podemos vivirlos con buena salud, con relativamente pocos problemas, en buena compañía y sin grandes carencias. Quince años son treinta cuando nos toca vivirlos sin salud, con problemas y con una compañía poco agradable (o inexistente).

Si todo fuese tan fácil como se ha mencionado hasta aquí, nuestra suerte en el mundo podría ser definida rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos la gente sabría si los próximos quince años los viviría como tales o no, si los viviría con pasión o con hastío, con placer o con dolor, con ganas o sin ella. Sin embargo la vida se comporta como si fuese un colosal dado de millones de caras, deparándonos suertes que no son ni una cosa ni otra, ni placer ni dolor, ni hambre ni satisfacción, ni blanco ni negro. Lo que ganamos en salud lo perdemos en amor, lo que ganamos en amor lo perdemos en satisfacer nuestros sueños, lo que ganamos en amor y sueños lo perdemos en salud, lo que ganamos en salud y amor lo perdemos en quien sabe cuantas cosas. Para empeorar, estas combinaciones no son tan absolutas, sino que a uno le toca una buena salud en ciertos momentos de la vida, amor en otros, y así un largo etcétera de infinitas opciones que se presentan al ritmo del dado de las millones de caras.

Quince años pasan, quince años han pasado, quince años pasaran. Siempre podremos encontrar lapsos de quince años en nuestras vidas para analizar, quince años para medir nuestra evolución, nuestro progreso, nuestro estancamiento o nuestra decadencia. Quince años es el tema de este ensayo. Quince años son una medida de tiempo, aunque en realidad, para mi representan otra cosa en el día de hoy. Representan ausencia, representan distancia, representan nostalgia, aflicción y más ausencia. Son quince años de anécdotas que no he vuelto a escuchar y quince años de historias que jamás conoceré. Quince años de no poder aprender cosas que hubiera querido aprender y quince años de aprender otras que no esperaba aprender. Son quince años de acercamientos que no se concretaron y son quince años de una distancia que aumenta cada día más. Son quince años que me faltaron para entenderte y quince años que te faltaron para entenderme. Son quince años de errar sin afrontar la ausencia, la falta, y mis errores. Son quince años de sentir que te debo un montón de disculpas y quince años masticados con bronca y lentitud por no habértelas dado cuando podía. Son quince años de un montón de cosas más, de sentimientos, de recuerdos, de momentos vividos y de otros que no vivimos pero que me hubiese encantado hacerlo. Ya pasaron quince años, que fueron lentos y dolorosos al principio, alegres después, rápidos más tarde, y cambiantes todo el tiempo.

Hoy, 16 de Abril de 2013 se cumplen quince años de tu ausencia, y cualquier cosa que agregue va a estar de más. ¿Quince años podrían ser nada? Quince años han sido bastante más que nada… han valido por un siglo.

¡Chau Papá!, allá donde estés… se te extraña demasiado.

Patricio Donato

Carlos Alberto Donato, junto a uno de los primeros FIAT 600 que preparó para las categorías zonales. La foto está tomada en Puerto Piramides, en el año 1985 o 1986.


P.S.: Este texto es una variante actualizada y corregida de otro que escribí hace cinco años, pero que solo reservé para mi hermano y yo. Hasta la próxima.

Comentarios

  1. Aquel texto lo conservo. No tengo nada que sumar, mas por tratarse de algo tan personal como nuestra percepción que porque esté todo dicho. ¡Saludos hermano!. :)

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    1. Gracias por tu comentario hermano. El tiempo aumenta la distancia, pero la huella no se borra, así que creo que volveremos a recordarlo una y otra vez. Pero prefiero evocarlo como en la foto... esos fueron grandes momentos. Un abrazo.

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  2. Un abrazo grande muchachos, fuerza y a seguir remando. Quizás carlos nos halla abandonado muy temprano, pero dejó a su paso una herencia de sangre de dos seres humanos maravillosos.

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    1. Gracias Ale por tus palabras. Vos llegaste a conocerlo bastante bien, así que las palabras sobran. Te mando un abrazo grande.

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