A 25 años de la muerte de Borges

Hoy se cumplen 25 años de la muerte de Jorge Luis Borges, el escritor de referencia, si los hay, de la literatura argentina. Es cierto que al igual que ciertos autores denominados como "clásicos", Borges se ha visto afectado por ese mal que, por un lado lo eleva al pedestal y al bronce, y por otro al olvido, ya que cada día es más difícil encontrar alguno que lo haya leído. Recuerdo que mi primer contacto con Borges fue en el primer o segundo año de la secundaria, cuando leí El Aleph como parte de un trabajo práctico de literatura. Me costó entenderlo en aquella ocasión, pero de alguna manera me marcó. Desde entonces he vuelto periódicamente a Borges, a releer sus cuentos, a buscar nuevos indicios, nuevas señales. Nunca lo encaré como si de un best-seller se tratase. Jamás he leído a Borges como a un Dan Brown, es imposible. A Borges lo leo cuando siento la necesidad, cuando necesito despegarme de todo y zambullirme en sus laberintos infinitos, en sus senderos que se bifurcan, en la biblioteca de Babel de su obra. No es fácil, hay que estar con todos los sentidos alerta, cada palabra, cada frase, está cuidadosamente elegida. Todo ocupa un lugar exacto, como si de un rompecabezas se tratase. No me voy a poner a listar los cuentos o poemas que me han gustado de una u otra forma, ya que tendría que transcribir gran parte de los índices de sus libros, pero solo como muestra quiero recordar a tres en particular. Sepan disculpar mi falta de originalidad, pero ahí van: El Aleph, El libro de arena, y el poema El mar.

Hoy he leído en los diarios al pasar, en los pocos ratos libres que me ha dispensado el trabajo, algunos artículos que recuerdan su vida y obra. He leído aburridos y extensos relatos sobre la grandeza de Borges, que más que incentivar a leerlo espantan al potencial lector, y he leído otros donde poco menos que niegan su existencia. Lamentablemente, como en muchos otros aspectos de la vida cotidiana en Argentina, se ha creado el típico dilema binario de Todo o Nada: Borges - Antiborges. Ni los unos ni los otros son representativos del verdadero Borges. A los primeros quiero decirles que le van a hacer un favor a la obra de Borges si le bajan el tono a la zalamería, es innecesaria y no atrae a nadie. A los segundos, y perdonen mi falta de formación literaria, la lectura para mi es un disfrute, no mi trabajo, les pediría que repasen a Borges sin las anteojeras ideológicas.

Bueno, para finalizar este breve recordatorio, les dejo un cuento muy breve que me gusta mucho, por su sencillez y por su ingenioso final. Hasta la próxima.

Los dos reyes y los dos laberintos
Jorge Luis Borges
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso". Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.
FIN

Comentarios