Un poco de tecnología retro: evocando a Commodore

La historia de la tecnología es un asunto que siempre despierta mi interés. Me gusta ver como evolucionan las tecnologías y como influencian, y a la vez son influenciadas, por los cambios socio-económicos. También resultan interesantes las historias personales detrás de las revoluciones tecnológicas: Los inventos fuera de su tiempo de Leonardo Da Vinci, Edison y Tesla con la disyuntiva corriente continua-corriente alterna, Steve Jobs y las innovaciones de Apple, y un amplio y variado etcétera. En este caso, quiero recordar un pequeño pedazo de historia que le es familiar a todo aquel que empezó en el mundo de la computación en la década de los '80, de la mano de las computadoras hogareñas (home computers). En particular me refiero al mundo de Commodore y Amiga (sin menospreciar a las otras plataformas en danza en aquel momento). Hace unos días leí en el excelente blog Microsiervos un artículo sobre el 25º aniversario del lanzamiento de la Commodore Amiga, en donde se comenta, con cierta nostalgia, las cosas que se podían hacer con una computadora en aquellos días. Después de leer ese artículo, recordé haber leído algo sobre la historia de Commodore en un correo electrónico que recibí hace algunos años. Confieso que suelo guardar los correos electrónicos con contenidos que se pueden tildar de "interesantes", y éste fue uno de ellos. Como dudaba de la veracidad de la cita del artículo, busqué un rato en internet hasta dar con una copia del original, el cual se puede descargar de la web de Scribd con una resolución un poco pobre (300 ppp).


Revista Byte - Agosto 1994 [Fuente: Scribd]


A continuación transcribo lo que había recibido en aquel correo electrónico, hace varios años atrás, que no es más que una traducción del original que previamente he citado.

Byte Magazine
Volume 19, Number 8, August, 1994
Commentary: R.I.P. Commodore 1954-1994: A look at the company that introduced millions to personal computing (p. 252)
Tom R. Halfhill
Los obituarios habitualmente se centralizan en elogiar al difunto, no en suministrar los desagradables detalles del fallecimiento. Esto es especialmente verdadero cuando del deceso se desprende un abandono extremo equivalente al suicidio, y nadie puede encontrar una nota que ofrezca alguna explicación final.

No habrá una nota de este tipo en el caso de Commodore, y haría falta un libro para explicar por qué esta compañía, una vez grande, yace helada en su lecho de muerte. Pero Commodore merece un elogio, porque su papel como pionera de la industria ha sido mayormente olvidado o ignorado por historiadores revisionistas que sostienen que todo comenzó con Apple o IBM. El fallecimiento de Commodore también recuerda una era en la que la conformidad a los estándares no era la vara con la que se medían todas las innovaciones.

En la década del 70 y a comienzos de los 80, cuando Commodore llegó a ser una empresa de mil millones de dólares, la joven industria informática no estaba dominada por los estándares que dictan los parámetros de diseño. Los ingenieros tenían horizontes mucho más amplios para explorar nuevas direcciones. Los usuarios tendían a ser aficionados que preferían la última tecnología antes que la compatibilidad inversa. En consecuencia, el mercado toleraba una salvaje proliferación de computadoras basadas en muchos procesadores, arquitecturas y sistemas operativos diferentes.

Commodore estaba al frente de esta revolución. En 1977, aparecieron las tres computadoras personales listas para el consumidor: la Apple II, la Tandy TRS-80 y la Commodore PET (Personal ElectronicTransactor). Chuck Peddle, que diseñó la PET, no es tan famoso como Steve Wozniak y Steve Jobs, los fundadores de Apple. Pero esta computadora distintiva con un monitor incorporado, unidad de cinta y gabinete trapezoidal era una ganga a $795. La misma definió la posición de Commodore como integrante de peso en el mercado.

El alma de Commodore era Jack Tramiel, un sobreviviente de Auschwitz que fundó la compañía como empresa de servicios de reparación de máquinas de escribir en 1954. Tramiel era un hombre de negocios agresivo a quien no lo amedrentaban las guerras de precios con competidores imprudentes. Su lema era “computers for the masses, not the classes” (computadoras para las masas, no para la elite).

Para perseguir lo que puede constituir el legado más perdurable de Commodore, Tramiel indicó a sus ingenieros que hicieran computadoras que cualquiera pudiera comprar. Faltaban años para que llegaran los clones. Más que cualquier otro, Tramiel es responsable de nuestra expectativa en cuanto a que la tecnología informática debe ser cada vez mejor y más económica. Mientras los críticos poco perspicaces seguían preguntando para que servían esas máquinas, Commodore presentó el mundo de la computación personal a millones de personas. Actualmente me sigo tropezando con esos adoptantes tempranos en compañías líderes en tecnología.

La VIC-20 de Commodore, presentada en 1981, fue la primera computadora color que costaba menos de $300. La producción de VIC-20 llegó a las 9000 unidades por día, una cifra que es envidiable incluso hoy, y que fue un fenómeno en ese momento. Luego vino la Commodore 64 (1982), casi con seguridad el modelo de computadora más vendido de todos los tiempos. El ex-integrante de Commodore Andy Finkel estima que las ventas totalizaron entre 17 y 22 millones de unidades. Esto es más que todas las Mac juntas, y empequeñece los sistemas de mayor venta de IBM, la PC, y la AT.

Commodore también efectuó significativas contribuciones tecnológicas. La 64 fue la primera computadora con un chip sintetizador (el Sound Interface Device, diseñado por Bob Yannes). La SX-64 (1983) fue la primera portátil color, y la Plus/4 (1984) tenía software integrado en ROM.

Pero el plato fuerte de Commodore fue la Amiga 1000 (1985). Esta máquina estaba tan adelantada a su época que casi nadie, ni siquiera el departamento de marketing de la empresa, pudo expresar claramente de qué se trataba. En la actualidad, es obvio que la Amiga era la primera computadora multimedia, pero en importancia de gráficos avanzados, sonidos y video. Nueve años más tarde, los fabricantes todavía están luchando para hacer sistemas que trabajen como las Amiga de 1985.

En un momento en que los usuarios de PC pensaban que una pantalla EGA de 16 colores era una maravilla total, la Amiga podía exhibir 4096 colores y tenía chips personalizables para video acelerado. Incluía salidas de video incorporadas para TVs y VCRs, una opción que todavía es cara en la mayoría de los sistemas actuales. También contaba con sonido estéreo intermitente de cuatro voces y fue la primera computadora con síntesis de voz incorporada y conversión de texto a voz. Y todavía es el único sistema que puede exhibir múltiples pantallas a diferentes resoluciones en un único monitor.

Aún más sorprendente era el sistema operativo de Amiga, que fue diseñado por Carl Sassenrath. Desde el principio, tenía multitasking preemptive (basada en prioridades), manejo de mensajes, scripts, una GUI, y consolas de líneas de comandos multitasking. Los usuarios actuales de Windows y la Mac todavía están esperando algunos de esos recursos. Para colmo, todo eso corría en una máquina de $1200 con sólo 256 KB de RAM.

Tal vez nunca veamos otra computadora tan innovadora como la Amiga. Valoro mi inversión en software tanto como cualquiera, pero me doy cuenta de que eso se obtiene pagando un precio. La tecnología que corta radicalmente sus lazos con el pasado es cada vez más rara, y las compañías solitarias como Commodore que tuvieron éxito en los primeros tiempos ya no parecen tener cabida.

Damos vuelta la página. El mundo ha cambiado mucho desde entonces, ahora asistimos a las revoluciones propias de nuestro tiempo, y seguramente dentro de diez o veinte años, estaremos leyendo artículos similares sobre productos que hoy están en boca de todos. Este fue un breve recordatorio de aquella época dorada y nostálgica, donde la computación llegaba a los hogares y de repente podíamos hacer cosas que nos parecían imposibles. Seguiré trayendo recuerdos retro en futuras entradas. Hasta la próxima.

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